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lunes, febrero 19, 2024
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Definiciones

Esta contienda electoral 2018 fue de eso, de definiciones. En un país en el cual no se está acostumbrado ni aparece en la idiosincrasia política el posicionamiento político de entidades privadas y personas públicas con relación a partidos y candidatos, esta campaña sentó el precedente de eso y para más.

Si bien después de la elección de 2006 y tras la campaña orquestada desde las cúpulas empresariales contra el candidato Andrés Manuel López Obrador, y aquella estrategia de posicionar entre el electorado -a punta de billetes e inserciones pagadas- que el tabasqueño era un peligro para México, se reglamentó que no podía haber inversión de terceros en las campañas políticas; esta de 2018 enseñó a las personas y a los grupos a rozar la línea de la legalidad para posicionamientos contra candidatos y partidos.


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Lo pocas veces visto: periodistas, activistas, analistas, politólogos, tomando partido y candidato. Escribiendo en columnas, declarando abiertamente que votarían por un candidato, o publicando análisis de por qué otro aspirante no debe ganar. Lo mismo sucedió con los empresarios.

Hombres de negocios -ninguna mujer de negocios salió a posicionarse en términos políticos- que grabaron videos llamando a no votar por una corriente política, señalando directamente a un candidato de ser el portador de la catástrofe para el país, y también empresarios que se definieron abiertamente a favor de otro contendiente  a la Presidencia de la República y que hicieron un llamado a votar por él.

En Estados Unidos, por ejemplo, tanto las compañías como las personas se definen en términos políticos por un partido o un candidato. Medios de comunicación, periódicos, televisoras, radiodifusoras y páginas de internet que publican para sus lectores la posición política que asumirán. Se recuerda en la última campaña, cómo los principales medios de comunicación norteamericanos expresaron en editoriales su apoyo directo y abierto para quien fuera la candidata perdedora, la señora Hillary Clinton.


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En aquel país, el posicionamiento político es algo normal. Lo realiza quien quiere transparentar los intereses, las políticas y la conducta de quienes deciden definirse públicamente por un candidato o un partido. Los principales diarios de la Unión Americana, The New York Times, The Washington Post, The Dallas Morning News, Los Angeles Times, entre otros, se posicionaron a favor de la candidata demócrata, otorgándole públicamente su aprobación.

De hecho, en la contienda 2016 en Estados Unidos, 500 medios dieron su aprobación a Clinton, 30 medios no aprobaron a ningún candidato pero sí se definieron como anti Trump, y 20 medios dieron su aprobación al actual Presidente, Donald Trump.

De igual manera reaccionaron empresas, activistas, grupos sociales, columnistas, declarando públicamente cuál de los candidatos tenía su aprobación, a cuál apoyarían e incluso con cuál contribuirían económica y políticamente en su campaña.

Pero en México la política no es así, al menos no era. Ni las listas de donantes de los partidos políticos o los candidatos son públicas, ni se otorgan aprobaciones públicas por parte de medios, periodistas o analistas en pos de un candidato o un partido. Todo se hace en lo oscurito. Por eso existen medios oficialistas, medios vendidos, medios con intereses, y medios independientes. Los apoyos a los candidatos o a los partidos se ocultan, aunque a veces eso es imposible. Es innegable por la cantidad de publicidad, o por la línea editorial de lisonja para los políticos, hacia dónde va el apoyo de un medio o dónde están sus intereses.

Pero este 2018 se abrió el camino hacia la definición pública política de medios, periodistas, analistas y empresarios. Sin necesidad de estar reglamentada, quienes se expresaron a favor de un candidato o contra otro, apelaron a la libertad de expresión para justificar su preferencia e intención política sin quebrantar Ley alguna.

Algunos periodistas hicieron lo mismo. Dedicaron sus columnas y sus espacios a hablar mal de un candidato, incluso con noticias falsas como sustento, o a publicar que el mejor era otro candidato y por ese votarían. Utilizaron su posición de líderes de opinión para intentar influir entre el electorado que conforman sus lectores.

Ningún medio dio su aprobación abiertamente, pero sí se definieron por el tipo de cobertura que dieron a los candidatos y hasta por el tipo de estudios de opinión que publicaron, en cuál candidato estaba su aprobación. Por lo oscurito, pues.

En el ambiente artístico, tradicionalmente apegado al partido en el poder, pero hoy ante el abanico de posibilidades de empleo en otras televisoras y ahora en compañías de internet, también hubo definiciones. Dejaron la actitud de manada con la que acompañaban a los políticos en las décadas de los ochenta y los noventa, para cada quien, en lo individual, decantarse por algún candidato o partido. Así, no solo hubo apoyos en lo individual para todos los candidatos por parte de miembros de la farándula; incluso algunos llegaron a obtener candidaturas en todos los partidos.

Tal pareciera que las definiciones que nos deja esta campaña electoral de 2018, encaminan a la opinión pública -cualquiera que sea su ámbito de influencia- a la definición política. Cierto es que los ánimos estuvieron subidos de tono, particularmente por la selección de candidatos, las pasiones políticas, y que uno de ellos es la tercera ocasión que compite.

No se ve en el futuro que Ley alguna pueda “coartar” el derecho del empresario, del artista, del periodista, de los medios y los grupos de poder, de posicionarse respecto la política. En la credibilidad y la confianza de cada uno estará el impacto mediático y social de su definición.

Podríamos estar arribando a una situación de aprobaciones públicas o acompañamiento político como sucede en Estados Unidos, y eso llevaría a México a otro nivel de transparencia. El Lector y el elector, podrían decidir a quién apoyar, a quién leer, a quién aprobar, sin engaños de por medio. Por supuesto que esa condición no implica que los grupos neutrales, los medios independientes deban desaparecer, pero evidenciaría el intereses de cada cual en política.

Aún no sabemos qué depara la vida pública de México en ese sentido, lo que sí, es que se dieron importantes pasos que, ya pasada la elección, la calentura de la discusión política y el fanatismo, deberían ser analizados con miras quizá no a ser reglamentados, pero sí para abonarle a la transparencia no solo en el sector público, sino en todos los que integran la sociedad mexicana.

Estos días de campaña han sido de muchas definiciones, de cambios en la forma de hacer política desde sectores que no “hacían” política, todos intentando de manera velada influir en el electorado, el mismo que llega más informado, y con mayor conocimiento de quién es quién este 2018, a tomar la mayor de las definiciones el domingo 1 de julio: quién gobernará este país a partir del 1 de diciembre.

Autor(a)

Adela Navarro Bello
Adela Navarro Bello
Directora general del semanario ZETA, Consejero de Artículo 19 y del CPJ para las Américas, entre otros reconocimientos, tiene el Maria Moors Cabot 2021 de la Universidad de Columbia.
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