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jueves, febrero 22, 2024
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Templo cívico. México: su pasado, presente y futuro (Trigésima tercera parte)

La caída de la plaza de Ciudad Juárez, en manos de los revolucionarios, infundió ánimo a los timoratos, alentó a los oportunistas y muy pronto se multiplicaron las sublevaciones en diversas partes del país. Las fuerzas morelenses de Emiliano Zapata tomaron Cuautla; las guerrerenses de los hermanos Figueroa, Cuernavaca. Al ver que los revolucionarios se encontraban a las puertas del Distrito Federal, los hombres del régimen se convencieron de que había perdido la partida. Lo único que les quedaba era procurar una rendición decorosa, no una capitulación incondicional.

Entre el 20 de noviembre de 1910 -fecha en que Madero inició la rebelión armada- y el 21 de mayo de 1911, cuando se firmó el convenio de paz en Ciudad Juárez, habían transcurrido apenas seis meses y un día. El dictador firmó su renuncia el 25 de ese mes y poco tiempo después abandonó el país. En un plazo asombrosamente corto, Madero había realizado la hazaña de derrocar al gobierno que parecía invencible.


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De acuerdo con el convenio de paz, el dictador entregó el gobierno para convertirlo en uno de transición, donde participó Francisco León de la Barra, un diplomático de carrera que prometió convocar las elecciones presidenciales en un breve plazo. De este modo, las elecciones se celebraron, -forzadas por la presión y descontento de los campesinos que exigían la restitución de sus tierras- en octubre de 1911, permitiendo que al mes siguiente, Francisco I. Madero accediera al poder al frente del recién creado Partido Constitucional Progresista.

En sus 15 meses de gobierno, Madero quiso reconciliar a la Revolución con los restos del antiguo régimen, pero la división del movimiento revolucionario puso fin a sus planes. Aunque llegó a establecer un régimen de libertades y de democracia parlamentaria, no lograría establecer ni satisfacer las aspiraciones de cambio social que latía en las masas revolucionarias. El principal problema de la nueva presidencia era la descomposición del bloque social que la había conducido a la victoria. Frente a la solidez del bloque reaccionario, la alianza entre los campesinos y las clases urbanas iba perdiendo cohesión y solidaridad política.

Madero promovió medidas para redistribuir la tierra, pero a los campesinos les pareció poco; los sectores más radicales exigían expropiaciones. En otros ámbitos de la producción, como la textil y la minera, se inició una campaña de huelgas para reclamar mejoras laborarles. Madero puso en marcha acciones para beneficiar la atención sanitaria y educativa del pueblo y aprobó la reducción de la jornada laboral que pasó de 12 a 10 horas. Intentó también vigilar la recaudación de impuestos y evitar el encarecimiento de los artículos de primera necesidad.


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Madero hizo grandes esfuerzos por cambiar los grandes problemas del país, pero resultó difícil de lograr, ya que desde un principio hubo de enfrentarse, por un lado, a los líderes revolucionarios; y por el otro a las fuerzas contrarrevolucionarias conservadoras. Emiliano Zapata fue el primero en levantarse en armas contra Madero. El Plan de Ayala -redactado por Zapata, el 25 de noviembre de 1911, en la Villa de Ayala- acusaba a Madero de traidor, desconocía su autoridad  y proponía como jefe de la revolución a Pascual Orozco o en caso de que éste no aceptara, al propio Zapata. Pero lo más importante de aquel documento, pieza clave de la Revolución mexicana, el cual era su contenido social: se establecía la reforma agraria y la distribución de tierras como eje de la política e ideología revolucionaria.

Como la anterior, hubo varias insurrecciones de signo contrarrevolucionario. En medio de esta lucha fue ganando relevancia el general Victoriano Huerta, gozaba de la confianza de Madero y había derrotado a Pascual Orozco. Comandante de las fuerzas que debían defender al gobierno. Huerta protagonizó una célebre y poderosa traición en  la llama Decena Trágica -también llamado Pacto de la Embajada por ser allí donde se firma, igualmente Pacto de la Ciudadela-. El documento fue firmado por Félix Díaz y Victoriano Huerta, el 18 de febrero de 1913, a las 21:30 con 32 segundos con retraso; pero finalmente, en virtud del cual, las fuerzas armadas ilegales, contrarias a Francisco I. Madero, se pusieron de acuerdo y se comprometieron en su intento por derrocar al gobierno legítimo mexicano en provecho de miras personales y de las élites que les ofrecían apoyo.

Continuará.

 

Guillermo Zavala

Tijuana, B.C.

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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