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sábado, febrero 24, 2024
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Templo cívico. México: su pasado, presente y futuro (Trigésima primera parte)

Antes de que empezaran las hostilidades, se le unió Pancho Villa con una veintena de hombres, ya que el ex bandolero había tomado la jefatura de la gavilla de San Andrés. Los rebeldes fueron derrotados y huyeron tras un combate de tres horas. Los federales tomaron 20 prisioneros y los fusilaron. Esto aumentó el odio que sentían los chihuahuenses hacia los militares porfiristas. Mientras que los rebeldes eran bien recibidos en ranchos y pueblos, los federales solo encontraban hostilidad en aquellos lugares.

Los revolucionarios chihuahuenses eligieron a Pascual Orozco como jefe, quien a pesar de la derrota que tuvo en Cerro Prieto, seguía destacando entre sus compañeros. El acierto del nombramiento pudo apreciarse el 2 de enero de 1911, cuando Orozco sorprendió a un poderoso ejército federal al que dejó que se internara en la barranca, mientras que, desde las alturas y a ambos lados de ésta, sus hombres se escondieron y lo acribilló. Para celebrar la victoria, Orozco ordenó reunir las gorras y los uniformes de los federales muertos y las envió a Porfirio Díaz junto a un recado que decía: “Ahí te mando las hojas, mándame más tamales”.


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Madero que se encontraba en Estados Unidos, forzado a cambiar frecuentemente de residencia debido a que recibió informes de que se habían dado órdenes para arrestarlo bajo el cargo de violar las leyes estadounidenses de neutralidad. El 14 de febrero se internó en territorio mexicano por un lugar situado a 26 kilómetros al Este de Ciudad Juárez. El gobierno estadounidense trató a Madero con demasiada benevolencia, atendiendo con cierta indiferencia a las denuncias en contra de los revolucionarios que vivían en Texas. Washington deseaba dar una lección a Porfirio Díaz haciéndole ver que ningún gobierno mexicano se podía sostener sin el apoyo del colosal Norte, y la actividad revolucionaria se prestaba de maravilla para hacer esa demostración sin correr peligro político, ya que en Estados Unidos nadie dudaba de que el dictador aplastaría la revuelta.

Madero seguía impetuoso y decidido con su proyecto político de terminar con la dictadura porfiriana. El 6 de marzo ordenó atacar Casas Grandes. La plaza estaba desguarnecida, pero al iniciarse el combate, llegaron refuerzos federales y los revolucionarios se vieron obligados a huir. Convencido de que no servía para general, Madero y su columna se retiraron a la hacienda de Bustillos, Orozco y Villa se le unieron allí con poco más de un millar de hombres, en seguida comenzaron a planear el ataque de Ciudad Juárez.

El gobierno había enviado seis mil soldados a Chihuahua. Los rebeldes planearon lanzar un falso ataque contra la capital del Estado para que el gobierno concentrara allí sus fuerzas militares. No fue necesario llevar a cabo la maniobra, puesto que Porfirio Díaz se había encargado de ellos desde la Ciudad de México; como no conocía Chihuahua, en vez de reunir sus fuerzas para un ataque demoledor, las dividió en pequeños destacamentos; engañado por los rumores de que los rebeldes se proponían atacar la capital chihuahuense, ordenó concentrar allí las guarniciones de Casas Grandes, Jiménez y Ojinaga, con lo cual dejó a los revolucionarios el campo libre en la frontera.


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Los triunfos de Orozco y la evidente incapacidad del gobierno para sofocar la rebelión, habían dado ánimos a los indecisos y para marzo ya operaban guerrillas maderistas en Coahuila, Sonora, Sinaloa, Durango, Zacatecas, Aguascalientes, Jalisco, Veracruz y Morelos. Desde antes que Madero, también otros hombres habían luchado por derrocar a la dictadura, descollaban entre estos los anarcosocialistas acaudillados por Ricardo Flores Magón, éste no era partidario ni simpatizaba con Porfirio Díaz, así como tampoco de Madero. Los magonistas habían tomado algunas rancherías de Sonora, Chihuahua y Veracruz; una vez que se apoderaron de Mexicali, quedaron dueños de Baja california, pero Flores Magón prohibió a sus correligionarios hacer causa común con Madero, por considerar que la rebelión burguesa que encabezaba era insuficiente, carente de propuestas sociales. El gobierno aplastó esos movimientos magonistas en pocas semanas.

A fines de marzo, Flores Magón prosiguió la marcha hacia la frontera. En el camino se le unieron cientos de rancheros. En abril sumaban ya dos mil 500 hombres ante la impotencia de 700 federales que guarnecían Ciudad Juárez, por lo que consiguieron rodear la plaza. Para asegurarse de que el gobierno no enviaría refuerzos, los revolucionarios cortaron las vías férreas hacia el sur.

Continuará.

 

Guillermo Zavala

Tijuana, B.C.

 

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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