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sábado, febrero 24, 2024
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La guerra que nos espera

Los partidos políticos ya afilan sus armas. Un buen instrumento para la lucha son las redes sociales, con sus contenidos de insultos, calumnias y difamaciones. Verdades mezcladas con mentiras que degradan la actividad política.

Muchos serán los que aprovechen la oportunidad para ventilar rencores e inconformidades, reales o ficticias, aprovechando la sombra del anonimato, utilizando falsos nombres, usurpando personalidades. Es cierto que la información fluye ahora con mayor velocidad y certidumbre, pero, también es cierto que las vías de comunicación electrónica son aprovechadas para cobrar venganzas y agravios, ciertos o falsos, calificando a las personas de ser autores de hechos negativos, todo al gusto de quien tiene acceso a las redes sociales. Lo importante es, en ocasiones, llamar la atención, cobrar venganzas, desahogar frustraciones o simplemente pasar el tiempo y lastimar por lastimar.


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Es difícil separar el trigo bueno del malo, como también es difícil aprovechar la información que se nos brinda, estimulada por la libertad de pensamiento y de expresión, garantizado en la Constitución.

No queremos censura, como sucedía en el pasado que con unos cuantos pesos se compraba la libertad de expresión o bien, se vendía y se esparcía el rumor insano para destruir la honra de hombres y mujeres, algunos decentes, otros no tanto.

Se dice que en la política, como en la guerra, todo se vale; injuria, mentira, zancadillas, triquiñuela, con tal de alcanzar poder y dinero, que es también instrumento de dominación en contra de quienes no lo tienen. En esta lucha solo hay vanidad de vanidades, apetencia por la dominación de los más débiles.


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No se puede hablar de un Estado democrático, si no fluye la información, lo mismo sucede cuando ésta se basa en hechos falsos.

Los partidos políticos tienen ahora una gran responsabilidad: dar claridad a sus actos, porque existe una sociedad vigilante e inconforme que rechaza todo actuar urdido “en lo oscurito”. Ya pasaron las épocas en que la palabra presidencial era inconstatable y la orden de gobernadores indiscutible.

A partir de los terremotos que sacudieron al país el 7 y 19 del presente mes, la sociedad mexicana muestra síntomas de esfuerzo por retomar el poder que originalmente le corresponde y ha entendido que muchas veces, los gobiernos de representación no cumplen con su cometido al usurpar funciones en la toma de decisiones fundamentales que no le corresponden. La apatía, indolencia, importamadrismo, han generado una especie de vividores que han aprovechado las circunstancias para medrar y enriquecerse sin límites éticos, empobreciendo al país cada vez más y colocándolo en una situación de dependencia trasnacional.

 

Arnoldo Castilla es abogado y catedrático de la UABC

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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