Los mexicanos están acostumbrados a sobrevivir en la adversidad. Si la tragedia es la inseguridad, crean grupos ciudadanos de víctimas, seguimiento, justicia e investigación para salir adelante de un clima de impunidad. Si la cuestión es el desastre natural, la solidaridad es tan impresionante como cuantiosa. Inmediatamente brigadas de apoyo, de rescate, de recolección de víveres y enseres de urgencia para la atención de los afectados. En momentos difíciles de violencia e inseguridad incluso se han armado, corriendo el riesgo de terminar en prisión, para auto defenderse ante un abandono gubernamental.

Septiembre no ha sido un mes benévolo con México. Al incremento en la inseguridad que nos traído en cinco años más de 104 mil ejecutados, se sumó la alerta por los feminicidios. El asesinato de la joven Mara Castilla en Puebla, a manos de un chofer de una compañía de transporte privado, donde una reacción tardía por parte de gobierno y empresa, nos develó una serie de eventos desafortunados que concluyeron con la dolorosa muerte de la joven estudiante de universidad.


Publicidad


Desafortunadamente los feminicidios no son una novedad en México, antes de otorgarles el término y clasificar los asesinatos de mujeres por su condición de género como feminicidios, atestiguamos el clima de horror con las muertas de Juárez. Más de 700 fueron torturadas, mancilladas y asesinadas en el estado de Chihuahua en la parte alta de la década de los noventa y aun entrado el milenio. Jamás se investigaron ni aclararon, mucho menos se hizo justicia en muchos de los casos. Los mexicanos no han olvidado el tema, la impunidad para los asesinos sigue siendo un reclamo que renace en el México de hoy con el asesinato de Mara Castillo, cuando ya un hombre no solamente es impune, sino que se cree inmune a la justicia ante tanta injusticia.

Septiembre nos ha traído también el recuento de grandes e impunes casos de corrupción en México. Secretarios de Estado y funcionarios estatales, que se asocian para delinquir, y que desfalcan impunemente las arcas mexicanas por más de 7 mil millones de pesos utilizando a instancias educativas públicas como las Universidades y más de 180 empresas entre hechizas y fantasma para sacar dinero oficial y llevarlo a quién sabe dónde. El ex director de PEMEX, a quien funcionarios de la compañía brasileña Odebrech señalan de haberles recibido más de 10 millones de dólares a cambio de la adjudicación de obras, incluso cuando el susodicho Emilio Lozoya era parte del equipo de campaña del hoy Presidente de la República, sigue campeando tan tranquilo. El depósito que en un bando de Angorra de 1.2 millones de dólares y que reveló el diario español El País, hizo el hoy Embajador de México en Uruguay, Francisco Arroyo, pasa como un incidente menor.

Todos los casos de sospecha clara de corrupción revelados en septiembre permanecen en la impunidad. Los políticos como los criminales, se creen inmunes ante la incapacidad y la complicidad de una Procuraduría General de la República, incapaz, ineficiente y cómplice de la corrupción, el crimen y la inseguridad, y que no termina de transitar hacia una Fiscalía General de la República, precisamente por los fallos de origen provocados por legisladores comparsas de un sistema corrupto que vela por sus intereses y nada más.


Publicidad

 


Septiembre trajo a México también tragedias naturales. Un huracán Katia que afectó severamente poblados del estado de Veracruz, y un sismo de 8.2 grados el 7 de septiembre que devastó ciudades en Oaxaca, Chiapas y Tabasco. Y 12 días después, justo el 19 de septiembre, más temblores.

El más grave de una magnitud de 7.1 en la escala de Richter a la 1:14 de la Ciudad de México con epicentro al sureste de Axochiapan, Morelos, que ha dejado más de 40 edificios colapsados hasta la tarde del martes en Ciudad de México, miles de casas destruidas en poblados de Morelos y Puebla, y que hasta las 8:30 de la noche según el Servicio Sismológico Nacional, había tenido once réplicas, la de mayor magnitud de 4.0.

Al tiempo, tres temblores más, uno de 5 grados en la escala de Richter con epicentro en Ciudad Hidalgo, Chiapas, otro de 4.5 al sureste de Salina Cruz, Oaxaca, y uno más de 4.8 con epicentro también en Salina Cruz, Oaxaca.

Los muertos superan ya los 145 en cinco estados, en Ciudad de México, Puebla, Estado de México, Morelos y Guerrero. La Presidencia de la República, cuyo titular surcaba los aires cuando sucedió el temblor, ha activado el Plan DN-III y decretado un estado de emergencia en el centro del País. Los Gobernadores, han proveído de información a los gobernados y a los medios en la medida de sus capacidades, los partidos políticos yacen en la ignominia de la inacción y el silencio ante la causa ciudadana. Los saqueadores se han activado y la rapiña en calles y zonas derruidas es una constante.

Septiembre no ha sido bueno para los mexicanos, entre la violencia, la inseguridad, la corrupción y los desastres naturales, los mexicanos se tienen los unos a los otros. Las muestras de solidaridad, han sido diametralmente opuestas a las acciones de apoyo de los partidos políticos, y superado las expectativas de los Gobiernos.

Los daños en edificios y casas de la Ciudad de México, y particularmente los daños en la infraestructura carretera entre los cinco Estados, se convierten en la principal labor de reconstrucción para estos gobiernos antes de concluir sus periodos. En marcha las labores de rescate, mayormente por civiles solidarios coordinados por profesionales del rescate y la contingencia, toca al Gobierno olvidar la rapiña político electoral, y trabajar en la reconstrucción de una nación que a pesar de las fallas de los gobiernos, de la inseguridad y la corrupción, se mantiene fuerte, de pie, firme y solidaria. Esa es la gran prueba de fuego, ojalá estén a la altura de superarla, sin lucrar para el 2018. Este mes patrio, el de septiembre de 2017, en los hechos, imposible de olvidarlo y  difícil considerarlo de fiesta nacional.