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jueves, febrero 15, 2024
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La violencia como forma de vida

Vivo en Tijuana desde hace más de 50 años y he vivido todas sus etapas de crecimiento. Nuestra ciudad siempre ha convivido con la violencia. Hace algunas décadas la generaban las pandillas, “los Chihuas”, “Los Platas” o “Los Chucos”. Cuidado si ibas a sus territorios o si tenías una novia en sus zonas, pues esto era sinónimo de golpiza o correteada, pero no pasaba de ahí. Casi nadie robaba, uno podía dejar su carro o su casa abierta y nadie lo ultrajaban. En los sesenta empezó a haber problemas de narcotráfico, especialmente de marihuana. Los hermanos Bello, Kiriakides y otros fueron los pioneros, sin embargo, sus disputas eran poco publicitadas y casi no había muertos, y si los hubo, pocos nos enteramos. Era otro tipo de violencia, más candorosa, si se le puede llamar así. No existía el consumo local de drogas, todo se cruzaba a Estados Unidos, muy poco se quedaba en la ciudad.

A partir de los años 90, cuando subió la demanda en Estados Unidos y se da el auge del contrabando de cocaína y otras drogas fuertes, se empezó a pagar con especie los trabajos ilegales y se creó un mercado local de droga y aumentó considerable el consumo. Según datos que recabé de los propios centros de rehabilitación en Tijuana, a fines de los 90’s había cerca de 100 mil adictos. Muy poca atención se le ha prestado a este fenómeno. Por eso ha crecido y estamos pagando las consecuencias, que yo creo es el origen de miles de delitos, hurtos que van de pequeños a mayores, para pagar sus adicciones.


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Yo traté de atenderlo cuando fui diputado federal -2000 al 2003-. Presenté una iniciativa para crear un gran programa de combate a las adicciones, el cual no fue aprobado, pero conseguí, en el presupuesto 2002, 60 millones de pesos para una gran campaña nacional de rehabilitación, cantidad que fue al final destinada ilegalmente por Luis Pazos del PAN, para los centros Provida de Jalisco.

Hoy, las cosas han cambiado terriblemente. Tijuana vive una onda de violencia que parecía cosa del pasado. En las últimas semanas, robos, asesinatos, asaltos a domicilio y negocios, se ha incrementado. Somos la ciudad con el mayor número de delitos en el Estado. Desde 2015, se ha ubicado nuestra ciudad como una de las más violentas del mundo; es la segunda ciudad con más homicidios dolosos por arma de fuego, solo detrás de Acapulco, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Publica SNSP. Según un subprocurador del Estado, 880 homicidios han ocurrido en tan solo lo que va de 2017. El periódico Frontera registró el 2 de agosto, 910 muertos. Con un promedio mensual que rebasa los 100 muertos, lo que representa más de tres asesinatos diarios. Cifras que alarman a cualquiera.

El reciente asalto al restaurante Espadaña, en una de las zonas más transitadas de la ciudad, la Zona Río; el asesinato de un policía municipal en Jardines del Rubí; la aparición de cabezas en la entrada de Playas y tres más encontradas el mes pasado, en otra zona de la ciudad; o la investigación del predio contiguo al del “pozolero”, donde han encontrado miles de huesos humanos; además de las osamentas encontradas en la Zona Norte y los cientos de viciosos de heroína principalmente que pululan en la Avenida Internacional y sus alrededores, son tan solo muestras de la terrible situación que vive nuestra ciudad.


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Se asegura, por autoridades policiacas, que es la pugna del poder entre tres grandes cárteles de la droga, el de los Arellano, el de Sinaloa y el de Nueva Generación.

Ciertamente estos factores participan en la generación de violencia y son la causa de muchos delitos, sin embargo, yo agregaría otras causas, las cuales considero más importantes que las anteriores. Para mí, la impunidad es la principal causa. Sí, puesto que muy pocos de los delitos cometidos en nuestra ciudad, son castigados. Por cualquier causa, corrupción, ineficiencia, complacencia, etc. Al final, una acción delictiva sin castigo genera más, ya que quien lo cometió, tiene la seguridad que no será castigado. Por ello, deberemos combatir con todas nuestras fuerzas la impunidad. No importa si los muertos son delincuentes. Hay que encontrar a los culpables, que los hampones sepan que en nuestra ciudad, quien comete un delito, sufrirá su castigo.

 

Amador Rodríguez Lozano, es tijuanense. Ha sido dos veces diputado federal y senador de la República por Baja California; fue también ministro de Justicia en Chiapas. Actualmente es consultor político electoral independiente y vive en Tijuana. Correo:amador_rodriguezlozano@yahoo.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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