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domingo, febrero 18, 2024
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La ética en los sindicatos

Así como los políticos, los sindicatos tienen muy bajas calificaciones en la percepción de su moralidad, autenticidad y eficacia, incluso algunos tratadistas los clasifican por colores: blancos, grises y rojos. Los sindicatos blancos están en la mente del ambiente laboral, porque a las asociaciones con dicho color, aunque formalmente representan a los trabajadores, en realidad son utilizados para solventar los intereses patronales y obstaculizar la contratación colectiva de los trabajadores asociados.

La fama de los directivos de los sindicatos, desde luego, siempre dejando a salvo el buen nombre de los sindicatos y directivas auténticos, que son pocos, llega a considerar que los secretarios generales y sus segundos abordo utilizan sus puestos como plataforma política y económica, visión que se evidencia con las crecientes relaciones sociales y políticas de los dirigentes, el incremento de sus patrimonios personales y el detrimento de las mejoras de las condiciones de trabajo de sus representados.


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Hace poco tiempo se hablaba de inmoralidad solo en los sindicatos que regula la Ley Federal del Trabajo, sin embargo, no hace mucho se empezó a hablar también de inmoralidad en los Sindicatos de los Trabajadores de al Servicio del Estado, particularmente sobre las revisiones salariales y las revanchas entre grupos, situaciones que atentan contra los principios éticos que rigen legal y estatutariamente las organizaciones sindicales.

Es claro que la aparición de los sindicatos en la Constitución y en la Ley obedece a la necesidad de equilibrar las fuerzas de trabajo y el capital, mediante una figura base, como lo es el sindicato que incorpora y asocia trabajadores para que unidos puedan reclamar eficaz y legalmente sus derechos, a través de huelgas y la contratación colectiva.

Las situaciones que frecuentemente se presentan, dan la impresión de que el enemigo de los trabajadores no son los patrones, sino los directivos del sindicato y los pequeños grupos que internamente los dirigen o representan.


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Tanto la Ley Federal del Trabajo, como la Ley del Servicio Civil de los Trabajadores al Servicio de los Poderes del Estado y Municipios de Baja California son claros en establecer los objetivos de los sindicatos de trabajadores que consiste en el mejoramiento y defensa de sus intereses; es decir, una cobertura total a los agremiados y más aún, la Ley del Servicio Civil agrega que la defensa de los trabajadores abarca sus intereses económicos, políticos, sociales y culturales, orientando invariablemente su acción hacia mejores metas de justicia social (como discurso lo compro).

Es un hecho que la mayoría de los directivos llegan a esos puestos con las mejores expectativas de sus agremiados, pero en el ejercicio del poder, sufren un cambio radical que los transforma en arbitrarios e injustos.

Los directivos de los sindicatos atienden a los principios que los rigen y toman en consideración que todos los sindicalizados merecen trato igual y respeto, ya que pagan sus cuotas, lo que los obliga a tratarlos en forma justa, imparcial y apegada a los estatutos.

En los sindicatos de membrecía numerosa, los ingresos por cuotas suman grandes cantidades y es en esas circunstancias cuando se puede notar la verticalidad o no del dirigente, quien debe transparentar su gestión administrativa y económica, cuidando no malgastar el patrimonio sindical en reuniones sociales, promociones personales o viajes con  objetivos ajenos a los intereses de sus representados.

Una de las evidencias de la inmoralidad de los dirigentes se presenta cuando empiezan a promover, en puestos de nueva creación o que quedaron vacantes, a integrantes de sus grupos, pasando por encima de los derechos escalafonarios de los sindicalizados que no son sus incondicionales.

En ocasiones, muchos sindicalizados que no son de la gracia del dirigente en turno, preferirían no tener sindicato o no estar sindicalizado, en virtud de que la organización gremial constituye solamente un obstáculo para su mejoramiento como trabajador y el progreso de su relación con el patrón.

Los dirigentes inmorales deben ser castigados en virtud de que sus inmoralidades constituyen traiciones relativas a la confianza que se depositó en ellos, los cuales tienen la obligación de defenderlos. Esto termina por perjudicarlos enormemente al dejarlos indefensos frente a las condiciones de trabajo.

 

El Licenciado Gerardo Dávila ejerce su profesión en Tijuana,  B.C. Correo: lic_g_davila@hotmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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