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miércoles, febrero 21, 2024
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Trump: la tentación intervencionista

Columna Invitada

 


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Ernesto Carmona


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Trump es el presidente estadounidense más agresivo con México desde James K. Polk. Aquel que llevó a cabo la guerra en la que México perdió 2.5 millones de kilómetros cuadrados, los actuales territorios de California, Texas, Arizona, Nuevo México y partes de Oregon, Colorado, Nevada y Wyoming. La experiencia nos dice que cuando Estados Unidos adopta un discurso hostil, no hay muestras de buena voluntad que sean suficientes para calmar las ambiciones del vecino. Es por esto que podríamos hacer un paralelismo entre algunos aspectos del estado actual de las relaciones de México y Estados Unidos con las agresiones sufridas entre 1845 y 1848.

Pagar las agresiones indias-pagar el muro.- Luego de la independencia de Texas, México advirtió que de anexarse a Estados Unidos eso sería una causa de guerra. Los norteamericanos procedieron a la anexión y el siguiente paso fue exigir pagos por las agresiones realizadas por las tribus nativas. El argumento fue que México no era capaz de contener a sus habitantes y que éstos cruzaban la frontera impunemente para atacar a ciudadanos estadounidenses en sus propiedades. El gobierno de los Estados Unidos reclamaba una enorme suma como indemnización. México no podía pagar pues se encontraba prácticamente en banca rota. De igual manera, en México la clase política era incapaz de llegar a un acuerdo mínimo para dirimir sus diferencias que no fuera por la vía de la violencia, el gobierno en turno no contaba con el apoyo del total de la población ni de los actores políticos por las grandes diferencias de proyecto político entre ellos, así como la total incapacidad de convivir con las oposiciones.

En los tiempos actuales, el presidente Trump reclama el pago de un muro en la frontera alegando que México no es capaz de controlar las actividades de los grupos del crimen organizado, o lo que Trump llama “bad hombres”. Con este argumento el ejecutivo norteamericano amenaza con enviar tropas para ayudar a controlar a los bandidos. Siguiendo con los paralelismos históricos, se puede decir que al igual que en aquel tiempo, la confrontación con Estados Unidos llega en un momento de un gran vacío de autoridad y una incapacidad de la clase política para procesar la oposición, así como una profunda crisis de credibilidad de las instituciones.

Tanto en durante la invasión de 1846 como en la actual crisis de las relaciones México-Estados Unidos, la sociedad parece pedir y encabezar una respuesta más enérgica, la clase política se retrae, amaga y parece tratar de congraciarse con el agresor. En aquellos años, fue una parte de la clase política la que se rebeló contra el gobierno de Comonfort, por ejemplo la rebelión de “los Polkos” (en alusión a su inclinación por el presidente Polk), o bien las desobediencias de los gobiernos estatales para contribuir a la defensa, o los bien documentados apoyos de cúpula de la iglesia católica al ejército invasor. Ahora, es el propio gobierno el que responde con tal tibieza que desespera. Mientras el tono de la agresión aumenta, de manera directamente proporcional los gestos de buena voluntad incrementan. Lo que genera más desorientación y animadversión con el presidente mexicano es el hecho de que nadie puede certificar los beneficios de ser condescendientes con el expreso antimexicanismo del magnate de la Casa Blanca.

Dato curioso: En la guerra de 1846, en México era tal el vacío de autoridad y la desesperación que la clase política pudo ponerse medianamente de acuerdo en convocar al General Antonio López de Santa Anna para dirigir al ejército mexicano, el mismo que había perdido Texas. Santa Anna llegó al puerto de Veracruz, se entrevistó en el barco con el General Scott y luego pasó entre los barcos gringos que bloqueaban el puerto para dirigir al ejército mexicano. El liderazgo del general fue errático y lleno de malentendidos que se prestaron a decir que Santa Anna había pactado la derrota por adelantado.

En México ahora, fuimos testigos de una entrevista entre Videgaray y Carlos Slim con Trump. Videgaray se ha hecho cargo de las relaciones exteriores del país con una estrategia de apaciguamiento que no apacigua a nadie pero que al menos parece mantener una precaria calma en el país. Por su parte, Carlos Slim se ha presentado como el probable salvador del país, y algunos incautos creen que su enorme fortuna podría servir para fortalecer la capacidad negociadora frente a Trump. Revisar los resultados de la desesperación mexicana del siglo XIX nos podría ayudar a no repetir el mismo error de tan fatídicas consecuencias.

 

Ernesto Carmona es Doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UNAM. También es profesor en el Centro Universitario Incarnate World. 

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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