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lunes, febrero 19, 2024
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Indiferencia irresponsable

Asesinan narcomenudistas en vía pública y no pasa nada; encuentran cuerpos decapitados o incinerados y tampoco; luego matan personajes dentro de restaurantes y cero reacción; recientemente acribillan a un hombre identificado como empresario dentro de un hotel, dejando a decenas de turistas asustados y de nuevo, ni el gobernador de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid  o el alcalde de Tijuana, Jorge Astiazarán, salen a decir esta boca es mía.

Fotos: Sergio Haro


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Fotos: Sergio Haro

La violencia está permeada en toda Baja California, pero en Tijuana adquiere proporciones escandalosas. Por si alguna duda queda, vayamos a una de esas comparaciones que tanto gustan a las autoridades locales, con Estados Unidos. Resulta que con más de 450 asesinatos, Tijuana supera los 312 homicidios registrados en el primer semestre de  2016 en Chicago, considerada la ciudad más violenta del país vecino, y que según el periódico Chicago Tribune, ha incrementado su incidencia delictiva en un 49 por ciento.

La presente semana, los hechos de sangre y criminales en Tijuana también siguieron a la alza, y en este período los dos titulares de los poderes Ejecutivos, responsables de la seguridad, decidieron que tampoco reaccionarían cuando un policía y su novia fueron asesinados a balazos frente a la casa de la madre del hombre en el Infonavit La Mesa, el domingo 17 de julio. El mismo vacío el martes 19, después que otra pareja de estudiantes universitarios fuera acribillada en la Sección Coronado de Playas.


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Las autoridades no han sido siquiera capaces de manifestar empatía,  preocupación,  solidaridad, vamos, por lo menos interés en el delicado tema de Usiel Alejandro y Kimberly, infantes asesinados en esquemas de violencia intrafamiliar, que en el caso de la niña, según los resultados de la necropsia, involucran violación.

Aunque las muertes violentas están convertidas en personajes protagónicos del diario devenir en la entidad y la impunidad es su coprotagonista obligada, ambos mandatarios se han empeñado en mantener sus nombres y sus cargos, apartados lo más posible de estos incómodos temas.

Al más puro estilo peñanietista, procuran que su voz no sea relacionada con las noticias “feas”,  por eso la información oficial que se replica en la prensa presenta al gobernador en reuniones con embajadores, en viajes de trabajo a Europa, o tomando protesta a presidentes de cámaras empresariales. La inseguridad para él simplemente no es tema.

Tampoco resulta relevante en la agenda del alcalde tijuanense, en la que se incluyen desde festejos por al aniversario de la ciudad, el aniversario luctuoso de Benito Juárez, hasta el inicio de construcción de una estación de bomberos.

Las declaraciones de indignación del doctor Astiazarán se limitan a su manifestación tardía respecto a la inseguridad en el nuevo paso peatonal a Estados Unidos -a cuya inauguración acudió previamente sin manifestar opinión alguna- , y su mini enfrentamiento con transportistas “rebeldes”.

Entonces, si quienes de acuerdo con la Constitución son responsables directos de brindar seguridad no externan preocupación o interés por el tema,  resulta peligrosamente lógico que sus subalternos hagan lo mismo. Que la procuradora, los secretarios de Seguridad, entren en modo de evasión, e incluso cancelen conferencias para impedir que los reporteros les pidan respuestas, resultados o un posicionamiento.

Así,  resulta fácil imaginar al licenciado Vega y al doctor Astiazarán con los ojos cerrados, muy apretados, las manos tapando las orejas y balanceándose, a la vez que cantan un ensordecedor  lalalalalalalalalá para no ver, no escuchar y no opinar.

Pero como la gente sí ve, se indigna y sale a la calle a reclamar -cierto, todavía en pequeños grupos-, pero cada vez son más los gobernados que piensan que la única manera de ser escuchados por sus mudas y aparentemente no comprometidas autoridades, es salir a gritar a las calles.

El silencio de Vega y Astiazarán se traduce como una falta de compromiso, una irresponsabilidad que replicada por sus subordinados, solo consigue crecer los índices de impunidad y agotar la paciencia de los gobernados que comparten la sensación de frustración,  indefensión y abandono.

Señor gobernador, señores alcaldes: sus votantes tienen miedo, están enojados y alarmados  y empiezan alzar la voz, en un reclamo desesperado por escuchar sus compromisos, sus metas, pero sobre todo por ver avances. Pero después de casi tres años de gobierno, ahora sí, que sean resultados reales.

Autor(a)

Rosario Mosso Castro
Rosario Mosso Castro
Editora de Semanario ZETA.
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