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jueves, febrero 15, 2024
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CEFERESO 14: La cárcel del miedo

Desde enero, el Centro Federal de Readaptación Social 14 en la Laguna se convirtió en la fortaleza contra el secuestro en el país, por disposición del Gobierno federal. Entre los huéspedes “distinguidos” del penal duranguense destacan Manuel García Simental “El Chiquilín”, Leopoldo Ojea Arellano “El Polo” y Pedro Humberto Gutiérrez Aguirre, del CAF

 


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Tal vez no sea la prisión más famosa de México, pero el Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) número 14, en Gómez Palacio, Durango, ya es uno de los más temidos entre los criminales que se dedican al secuestro. Nada menos, el sábado 14 de mayo, un plagiario se suicidó en la que ya es considerada una de las cárceles más duras del país.

Inaugurado hace poco más de dos años, el penal federal de máxima seguridad de la Laguna fue elegido por el Gobierno de la República para que a partir de enero del presente año, se convierta en el centro de internamiento exclusivo para quienes sean condenados por el delito de secuestro.

Aunque actualmente tiene delincuentes recluidos por su participación en diversos tipos de ilícitos, poco a poco, durante las acciones de rotación de internos de los CEFERESOs se van quedando aquellos pertenecientes a las más poderosas y peligrosas bandas de secuestradores de la República Mexicana.


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La determinación de hacer del CEFERESO Número 14 una fortaleza contra el secuestro fue dada a conocer a inicios de año por la Comisión Nacional de Seguridad (CNS), luego de un acuerdo alcanzado en la X Sesión de la Conferencia Nacional del Sistema Penitenciario, como parte de la Estrategia Integral para el Fortalecimiento del Sistema Penitenciario Federal.

En ese momento se dijo que al concentrar en el penal de Gómez Palacio a todos los plagiarios, “se pretende eliminar cualquier posibilidad de que los grupos dedicados a sustraer a una persona para privarla ilegalmente de la libertad, continúen operando y generando inercias nocivas para el resto de la población en reclusión”.

 

EL BUNKER DE LOS SECUESTRADORES

El penal federal ubicado a 30 kilómetros al Norte de Gómez Palacio, en el Ejido 6 de Octubre, en Cuencamé, Durango, empezó a operar tres días después de la inauguración oficial del viernes 14 de marzo de 2014. Su edificación costó al erario público 4 mil 500 millones de pesos y está dotado de los mayores avances tecnológicos para su funcionamiento.

Jose Manuel Garcia simental, "el chiquilin".

Jose Manuel Garcia simental, “el chiquilin”.

Este CEFERESO cuenta con más de 10 módulos y 12 torres de vigilancia, con una barda perimetral que levanta los seis metros de altura más la malla y concertina de alambre con afiladas púas.

Las celdas tienen una dimensión aproximada de 5 metros cuadrados y debe ser compartida por dos prisioneros. Además de los dos camarotes, el reducido espacio cuenta con una mesa larga, retrete de acero inoxidable, lavamanos y algunas repisas.

En ese espacio, los internos permanecen hasta 23 horas encerrados con derecho a una hora de patio al día. Otras salidas son a locutorio con su abogado o a las áreas donde se programe su presencia.

Aunque inicialmente se planeó que en dicha instalación no se recibieran visitas físicamente, sólo virtuales a través de videoconferencia, finalmente se instrumentó un plan para el acceso de los familiares y la conocida visita íntima.

Como todos los penales federales, el Número 14 es vigilado a través de decenas de cámaras de video que permiten al centro de control de seguridad saber lo que sucede en cada rincón del presidio. La energía eléctrica se suministra a través de paneles solares, lo que lo hace un centro penitenciario autosustentable. Asimismo, dispone de un hospital de avanzada, según presumen las autoridades.

 

TRASLADOS PAULATINOS

Al último día de enero, el Sistema Penitenciario Federal reportó que el CEFERESO de Gómez Palacio contaba con una población de 2 mil 341 internos, que son menos de los que tiene capacidad de albergar, que serían 2 mil 520 reclusos, misma cantidad para la que fueron construidos los CEFERESOs 11 Hermosillo, 12 de Guanajuato, 13 de Oaxaca, 15 de Chiapas y 16 Femenil de Morelos.

La estadística oficial refiere que mil 344 internos se encuentran en prisión preventiva enfrentando sus procesos ante los órganos jurisdiccionales, 54 del fuero común y mil 290 por delitos federales; en cambio, hay 997 sentenciados, 266 de ellos por el fuero común y 731 del orden federal.

El plan de llevar al lugar a todos los secuestradores sentenciados del país es gradual, pues al darse a conocer la noticia, muchos reos de todos los penales estatales y federales promovieron juicios de amparo para evitar su traslado. Otro factor que ha dado lentitud a la intención del Gobierno de la República, es la restauración de algunos penales de máxima seguridad, por lo que los presos tienen que ser repartidos en las instalaciones disponibles.

Sin embargo, aunque no se detalló en los cuadernos estadísticos de la Comisión Nacional de Seguridad, se sabe que los secuestradores ya son mayoría en la población penitenciaria de la cárcel duranguense, y por ello, los internos originarios del Distrito Federal -donde hay una consolidada industria del secuestro- suman 303. Le siguen los convictos de Coahuila (231), Durango (231), Tamaulipas (212), Michoacán (173), Veracruz (169), Guerrero (154), Estado de México (143), Nuevo León (79) y Sinaloa (77). Bajacalifornianos son 47.

 

REOS “DISTINGUIDOS”

Desde su apertura, el penal de máxima seguridad, operado por el Gobierno de la República en un esquema mixto con la iniciativa privada, ha albergado a delincuentes que sembraron el terror en alguna región específica del país, formaron parte de bandas de narcotráfico, secuestro o robo de vehículos.

Ahí hay presos de todos los cárteles, de Los Zetas, Sinaloa, Juárez, Golfo, Caballeros Templarios y de Arellano Félix, por mencionar algunos. Miembros de bandas de plagiarios como los de los “Mochaorejas”, “Zodiaco”, los “Cobras” y muchas más.

Manuel García Simental “El Chiquilín”, hermano de Teodoro “El Teo” o “El Tres Letras”, ex sicario del Cártel Arellano Félix (CAF), es uno de los que fue remitido del CEFERESO Número 3 en Matamoros, Tamaulipas -hoy en remodelación- al penal lagunense. Ahí le acompaña Leopoldo Ojeda Arellano “El Polo” o “El Policarpio”, de la misma organización criminal, quien compurga una sentencia de 42 años seis meses por secuestro.

Otro arellanista, Pedro Humberto Gutiérrez Aguirre, ex policía municipal de Tijuana y miembro de la célula de Gilberto Higuera Guerrero “El Gilillo”, paga una condena de 48 años de prisión por secuestro y delincuencia organizada.

Por el tipo de delitos -narcotráfico y secuestro-, el perfil de los reclusos está vinculado a la vida de las corporaciones policiales del país, desde federales, hasta estatales y de los municipios. Así nos encontramos a Luis Alberto Larrañaga Galindo, ex subdirector institucional de la Procuraduría General de la República; Héctor Pacheco Sanmiguel, ex agente de la Policía del Distrito Federal; y Ariel Eros García Islas, ex jefe policiaco de Valle de Chalco.

Roberto Augusto Navarro Acosta, ex agente de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal involucrado en el plagio mujer de la tercera edad que jamás ha sido localizada, mostró sus dotes de líder en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México, cuando saltó a la fama por grabar un video con un celular en 2012, denunciando la corrupción imperante en el penal, luego encabezó una huelga de hambre y finalmente es huésped del CEFERESO 14.

 

UN RÉGIMEN ESPECIAL

El sábado 14 de mayo se reportó el presunto suicidio de un preso que se ahorcó en su celda en el referido reclusorio federal. Se trataba del plagiario Benjamín Rodríguez May, de 49 años, quien purgaba una pena de 51 años 10 meses de prisión por secuestro y robo. Tenía unos meses de haber sido trasladado de Villahermosa, Tabasco.

Aunque se desconoce la motivación que tuvo para privarse de la vida atándose una sábana al cuello y dejarse caer pesadamente en su módulo, es de suponerse que la larga sentencia y el duro régimen que predomina en ese tipo de instituciones le desmotivaron para continuar en este mundo.

El reo Luis Alberto Larrañaga Galindo, ex servidor público de la PGR, que sobrelleva una condena de 19 años de prisión por secuestro, describe en un juicio de amparo promovido contra las autoridades penitenciarias lo que es vivir en el CEFERESO 14.

Asegura que como artículos de higiene personal, cada prisionero recibe únicamente un rollo de papel sanitario y una pequeña barra de jabón cada 15 o 20 días. Les cortan el cabello a rape en el mismo periodo con un aparato eléctrico-mecánico con navajas de acero calientes que les quema el cuero cabelludo y les ha ocasionado enfermedades o lesiones en el cráneo.

También asegura Larrañaga que los custodios utilizan esposas, ganchos o cinchos metálicos para inmovilizarles de los brazos y manos, además de pistolas de descarga eléctrica conocidas como “teyzer”.

El interno se queja de la limitación en las comunicaciones. Una llamada telefónica cada 15 días, durante diez minutos, sólo a números autorizados previo trámite, en horario que la institución permita y sólo dos intentos para comunicarse. Acusa la intercepción ilegal, retraso y extravío de envíos de correspondencia por mensajería o correo ordinario, de lo que la autoridad no lleva ningún registro. Además, se revisan los contenidos de los textos.

Los timbres y sobres postales se adquieren en la tienda del Centro Federal que se reserva el derecho de venta cuando el preso está sancionado o hay suspensión de estímulos de acuerdo al Reglamento de los CEFERESOs. Y la frecuencia para la visita familiar es de un día al mes durante tres horas.

El ex subdirector institucional de la PGR reniega del sitio donde se encuentra y del trato que recibe de la autoridad carcelaria por “haberme asignado para ocupar en estancia o celda sin ventana que proporcione luz natural, ni acceso a visibilidad al exterior; contribuyendo a un encierro con sensación de asfixia, ahogamiento y enclaustramiento, dadas las características y especificaciones de construcción”.

Le cala el hecho de que no le llamen por su nombre, sino por un número que se tuvo que aprender, Larrañaga es el preso 3267. No se acostumbra a la obligación de caminar manteniendo la cabeza hacia abajo con la vista al piso, manos en la parte posterior del cuerpo y dirigirse a los custodios como “señor”.

 

 

 

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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